Las historias acerca del barbero asesino Sweeney Todd comenzaron a surgir en Inglaterra a mediados del siglo XIX, siendo la primera, probablemente, la escrita por Thomas Peckett Prest en 1846. Hay muchas versiones diferentes donde difieren los personajes involucrados, sus nombres y la relación entre ellos. Siempre se ha considerado una leyenda urbana aunque Peter Haining asegura en dos de sus libros que el personaje y los hechos de Sweeney están basados en un personaje real que cometió esos crímenes alrededor de 1800. Lo que pasa es que quien ha intentado corrroborar la teoría de Haining, se ha vuelto con las manos vacías.
Así, esta lúgubre historia del barbero degollando a sus clientes y su compinche amante utilizando la carne de los cadáveres como relleno de las empanadas, pronto fue inspiración para muchos relatos, obras de teatro, películas y, desde 1979, un estupendo musical de Stephen Sondheim (para muchos su mejor obra) que en 2007 ha adaptado (bastante meritoriamente) al cine Tim Burton.
Lo que no sabía es que poco antes de nacer yo, ocurrió en Buenos Aires, Argentina, algo que se asemeja bastante al cuento de Sweeney Todd. Lo curioso es que aquí asesino y cocinero se unen en la misma persona, Emilia Basil. Esta mujer, de origen libanés, había llegado a Buenos Aires en 1940. Tuvo varios trabajos hasta que consiguió empleo en un almacén frigorífico. Era un trabajo de hombres, pero ella tenía la fuerza suficiente. Con el tiempo se casó con Felipe Coronel Rueda y juntos compraron una casa que convirtieron en restaurante. Estaba situado en la esquina de Pasco y la Avenida Garay y lo llamaron Yamil (hoy hay un autolavado). Pero no pagaron toda la propiedad y solucionaron la deuda permitiendo vivir a su dueño, José Petriella, en el fondo. Pronto Emilia se convirtió en la amante de Petriella... pero él quiso más y comenzó a acosarla. El 24 de marzo de 1973, Emilia resolvió el problema ahorcándolo con un hilo de nylon y, como no sabía qué hacer con el cadáver, lo decapitó y descuartizó los miembros, dejando el torso en una caja de manzanas en la calle. Decidió utilizar la cabeza y extremidades para guisar. Marisa Grinstein, en su libro Mujeres Asesinas, que dio pie a la serie de televisión (cuatro temporadas) del mismo título, lo cuenta así: “... fue llevando en una palangana a quien fuera su amante, trozo a trozo, hasta la cocina. Buscó las ollas más grandes y puso a hervir algunos cortes; en unas fuentes para horno puso a asar otros. No se olvidó de condimentar todo: era probable que la carne tuviera un gusto diferente, y había que evitar que alguien sospechara. Con la carne hervida hizo un guiso y empanadas árabes. Con la carne asada, un salpicón que llenó de mayonesa y huevo duro”.
La policía encontró el torso en el callejón, averiguó el resto y así acabó la historia de la Sweeney de San Cristóbal.
Me hace gracia el boom de las empanadas argentinas en Madrid. Qué tendrá ese sabor...
Así, esta lúgubre historia del barbero degollando a sus clientes y su compinche amante utilizando la carne de los cadáveres como relleno de las empanadas, pronto fue inspiración para muchos relatos, obras de teatro, películas y, desde 1979, un estupendo musical de Stephen Sondheim (para muchos su mejor obra) que en 2007 ha adaptado (bastante meritoriamente) al cine Tim Burton.
Lo que no sabía es que poco antes de nacer yo, ocurrió en Buenos Aires, Argentina, algo que se asemeja bastante al cuento de Sweeney Todd. Lo curioso es que aquí asesino y cocinero se unen en la misma persona, Emilia Basil. Esta mujer, de origen libanés, había llegado a Buenos Aires en 1940. Tuvo varios trabajos hasta que consiguió empleo en un almacén frigorífico. Era un trabajo de hombres, pero ella tenía la fuerza suficiente. Con el tiempo se casó con Felipe Coronel Rueda y juntos compraron una casa que convirtieron en restaurante. Estaba situado en la esquina de Pasco y la Avenida Garay y lo llamaron Yamil (hoy hay un autolavado). Pero no pagaron toda la propiedad y solucionaron la deuda permitiendo vivir a su dueño, José Petriella, en el fondo. Pronto Emilia se convirtió en la amante de Petriella... pero él quiso más y comenzó a acosarla. El 24 de marzo de 1973, Emilia resolvió el problema ahorcándolo con un hilo de nylon y, como no sabía qué hacer con el cadáver, lo decapitó y descuartizó los miembros, dejando el torso en una caja de manzanas en la calle. Decidió utilizar la cabeza y extremidades para guisar. Marisa Grinstein, en su libro Mujeres Asesinas, que dio pie a la serie de televisión (cuatro temporadas) del mismo título, lo cuenta así: “... fue llevando en una palangana a quien fuera su amante, trozo a trozo, hasta la cocina. Buscó las ollas más grandes y puso a hervir algunos cortes; en unas fuentes para horno puso a asar otros. No se olvidó de condimentar todo: era probable que la carne tuviera un gusto diferente, y había que evitar que alguien sospechara. Con la carne hervida hizo un guiso y empanadas árabes. Con la carne asada, un salpicón que llenó de mayonesa y huevo duro”.
La policía encontró el torso en el callejón, averiguó el resto y así acabó la historia de la Sweeney de San Cristóbal.
Me hace gracia el boom de las empanadas argentinas en Madrid. Qué tendrá ese sabor...
4 comentarios:
Ole ahí los investigadores morbosos!!
Buen trabajo, desagradable lo de las empanadas, pero buen trabajo.
Por eso hay que desconfiar de las cocineras de oscura procedencia.
El caso de Emilia Basil fue sin dudas uno de los más recordados hechos de asesinato seguido de mutilación. Nunca había visto este blog. Está muy bueno.
Jorge Rodríguez
Yo soy nieto de doña Emilia, debo decir que apenas la conoci, cuando era chico, en la prision (sin saber que era una prision) y la vi por segunda ves cuando quedo en libertad a principios de las 80. Conoci algo de la historia en el 89 cuando ella fallecio. Lo que la ficcion no cuenta es que ella tubo tres hijas, entre ellas mi madre. Al parecer por la deuda este hombre queria tambien cobrarse con las chicas (mis tias y madre) y eso seria el detonante.
q buena historia me imagino como se sentiria la pobre emiia al ser acosada por ese cohino viejo pero se fue muy alla y si fuera a buenos aires jamas comeria empanadas ni mucho menos guiso besos¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¿¿
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