03 julio 2009

ES LA GUERRA


Algunas personas conocen el problema que arrastro con los vigilantes de seguridad, uniformados o infiltrados, de El Corte Inglés, Fnac y otros establecimientos. Prácticamente siempre que estoy en una gran superficie, algún encargado de seguridad me sigue (con poco sigilo, la verdad). A esos bakalas con riñonera sobaquera y walkie oculto (?) en una bosa de El Corte Inglés por la que asoma la antena y se oye lo que les dicen, podríaseles perdonar cuando yo tenía el pelo largo, barba descuidada, ropas abultadas, mochila o bolsas. Pero no es el caso de hoy y, ni antes ni ahora, jamás, he tenido actitudes sospechosas ante ellos, como tener un producto entre mis manos y mirar azorado alrededor o rascar con la uña el precio o alarma.

Hoy, hacía veinte minutos que me había afeitado. Llevaba una camiseta y unos pantalones cortos como casi todo el mundo que he visto por la calle. Estaba en plan yerno ideal, vamos. Pintas ni estridencias ninguna. Con mi iPod puesto, entro en la librería de El Corte Inglés de Sol. Desde el primer segundo, una tipa "chaqueta roja", con pinganillo en la oreja, me sigue sin ningún disimulo. Me respira en la nuca. Por supuesto, como es habitual (y más en un sitio como la Puerta del Sol), hay al menos quince personajes claramente más sospechosos que yo, pero desde que he entrado por la puerta esta chica parece leer en mi pecho que soy Al Capone. Tras unos minutos constato que no es paranoia mía, que la tía está fijadita conmigo. Yo, asqueado, me pregunto por enésima vez qué coño tengo que hacer para que no me sigan cuando voy de compras. En un momento dado paso a su lado, me tropiezo a posta y le doy un ligero toque con mi hombro y le toso. No quiero que piense que creo que ella es un ninja invisible y que no me doy cuenta del pressing que me está haciendo. Sigo mirando libros y al fin me decido. Lo cojo y la tipa mira atentamente qué hago con tan valioso artículo. Al ver que me pongo en la cola para pagar, parece que se relaja y se aleja un poco, pero sigue atenta toda la operación. Veo de reojo cómo mira todo el proceso: que estoy comprando, que pago con tarjeta, que firmo en la pantallita. Voy hacia la salida con mi bolsa y me cruzo con ella en el pasillo. Al sobrepasarla le digo "adiós" claramente en su cara. Llego al arco de la salida y pita. Aun con mi música, lo oigo y veo la luz roja que se enciende, pero salgo a la calle. En ningún lado leo que en caso de que la alarma salte me he de parar, tirarme al suelo, chillar o desnudarme. Tampoco había nadie junto a la puerta que me impidiera salir. Al par de metros andados, la tipa sale detrás y, algo asustada, me dice que vuelva a entrar.

- ¿Puede volver a pasar por aquí, por favor?

- Sí, hombre, todas las veces que quieras.


El chisme vuelve a pitar y se lleva la bolsa a un mostrador. Mira lo que hay dentro y saca el tique. Ella saca una planilla que dice "alarmas sin desacoplar" y comienza a anotar datos de mi recibo en su hoja. Lentamente, sin decirme qué pasa. Al final me extiende el tique en el aire, frente a mi cara, supongo que para que lo coja, pero no me dice "toma... tenga... gracias... disculpe" ni nada. Yo se lo cojo y me voy con muy mala leche de la tienda.

¿Tengo tan mala suerte que justo el día que me toca una vigilante incansable y yo me hago el chulo con ella, el que me ha atendido se ha olvidado de desmagnetizarme el libro? ¿Tendrá la sheriff un mando y, al no gustarle que al cruzarnos le haya dicho "adiós" irónicamente, ha activado el arco para que sonara a mi paso y así hacerme pasar un mal rato? Impotencia suma. Rabia.

Y que no me venga nadie con que sólo hacen su trabajo. Su trabajo es vigilar la tienda de un modo general y, en todo caso, perseguir actitudes sospechosas o flagrantes. Nunca ponerse a cuarenta centímetros de mí desde que he entrado en el establecimiento, y escudriñar todos y cada uno de los movimientos que he hecho.

Pero esa no sabe que yo, como aquel héroe callejero, también tengo dos escopetas y ahora mismo las estoy limpiando con minuciosidad. Y, con los 34 grados que hace dentro de mi casa, me puedo volver muy loco...