05 junio 2006

YA SÉ POR QUÉ ME PITAN LOS OÍDOS

Mis padres son aficionados a la compra por catálogo. Creo que cuando vivían en Madrid, poco o nunca se compraba por correo, pero al retirarse a un pueblo costero les invadió un way of life de jubilado de Florida en el que la compra por catálogo, por supuesto, va incorporada. Cuando les visito disfruto enormemente leyendo esas revistillas de objetos imposibles con utilidades aún más cuestionables. Ni siquiera son los cuchillos o aspiradoras de las teletiendas de madrugada, no, los productos de estos catálogos se anuncian como "similar al visto en TV".

Cuando aún vivía con ellos, compraron un par de AHUYENTADORES DE INSECTOS POR ULTRASONIDOS. El invento en cuestión se enchufaba a la corriente y emitía un ultrasonido continuo que hacía que las hormigas, cucarachas, escarabajos... no se acercaran a un radio considerable de donde estaba el cacharro. ¿Cómo sabías si estaba funcionando correctamente? Porque tenía una lucecita roja encendida. Muy científico, todo. Yo solía pasar bastante tiempo cerca del aparato porque estaba junto al televisor que me gusta usar. Pasado un tiempo empecé a oír un chirridito intermitente. Bajé el volumen del televisor y busqué de dónde venía ese sonido inquietante, hasta que descubrí que procedía del emisor de ultrasonidos supuestamente para insectos. Lo desconecté y ahí empezó una lucha silenciosa entre mi madre y yo. Por las noches yo lo deconectaba para ver la tele y mi madre lo volvía a enchufar por la mañana. Así muchos días. ¿Me estaba convirtiendo en un insecto? ¿Me había picado un escarabajo atómico, tipo lo de Peter Parker, y me iba a transformar en El Increíble Hombre Pelotero? Un día, lo del timo de los ultrasonidos dejó de ser un discreto sonido agudo y ya chillaba sin ningún tipo de vergüenza pero, aún así, mi madre estaba convencida de que era mejor el bien que hacía el chisme ese, que el perjuicio auditivo que nos podía ocasionar. La gata, hasta entonces de modales exquisitos, un día entro en la cocina, se acercó al aparato, levantó la pata y descargó una buena meada sobre él. Y se fue tan tranquila.

Ahora han inventado algo expresamente concebido para los humanos. Bajo el ingenioso nombre de MOSQUITO, se encuentra un emisor de ultrasonidos para ahuyentar quinceañeros. No es broma. Aprovechando el fenómeno de la presbicusis (o también llamado "¿mande?"), que es la pérdida de audición a medida que envejecemos, unos ingleses han creado un aparato que distribuye sonidos de altísima frecuencia que, según ellos, sólo pueden oír los menores de 20 años y que, en vista de las pruebas realizadas, no molesta a los adultos. Lo comercializa una empresa de seguridad y aconseja instalarlo en la puerta de tu negocio o casa si tienes a un puñado de teenagers dando el coñazo. Aseguran que uno puede ver cómo abandonan los jóvenes el lugar tras unos minutos. Por unos 750 euros, adiós al botellón si decir ni mu. "Abuela, usted que echa azufre en su esquina para que no se mee el perro de la Antonia, cómprese un MOSQUITO y las guarras de las amigas de su nieta ya no se sentarán a comer pipas en su puerta."

Me imagino que Gallardón habrá encargado varios cientos de estos artilugios para colocarlos en las farolas de la Plaza del Dos de Mayo, Moncloa o La Latina, junto a las cámaras de vídeo vigilancia.