En 1990 (quizá algo antes, no recuerdo la fecha exacta en la que comenzó la iniciativa), el Ayuntamiento de Madrid decidió plantar un árbol por cada niño nacido en la capital. Además, en el alcorque, se pondría un azulejo con el nombre del nuevo madrileño y la fecha de su natalicio.
La idea era que esa persona fuera visitando sucesivamente en el futuro "su árbol", para ver cómo crecía paralelo a su vida.
Recuerdo que en mi calle pusieron algún azulejo junto a un triste palo de madera (que alguna vez sería un árbol robusto) y el comentario que hicimos mi padre y yo: parecía una tumbita, que en ese cuadrado de tierra removida habían enterrado a Fulanito Pérez Pérez. Lo encontramos macabro, más que una celebración de la vida.
(fuente: arqueologiaurbana.tumblr.com)
Además, al poco tiempo ya había desperfectos en muchas de las placas, rotas o desdibujadas, cuando no directamente arrancadas, quedando un rectángulo reconocible. Cuenta de ello daba este lector en una interesante carta al director del diario ABC, publicada el sábado 30 de junio de 1990.