31 mayo 2006

"LAMENTO PROFUNDAMENTE HABER NACIDO ESPAÑOL"


No lo digo yo. Lo dice Fernando Sánchez Dragó. Se lo comentaba a Jesús Quintero en una entrevista para TVE. Esta noche vuelve al programa para debatir con Coto Matamoros sobre el estado de la televisión actual. Promete...

Este hombre siempre me ha gustado. Hay gente a la que me gusta escuchar, diga lo que diga. ¿No les pasa? Al igual que hay personas a las que es un auténtico suplicio oír (por el contenido de lo que hablan y/o por el modo en el que lo hacen), hay otras a las que uno se engancha sin importar si te recitan las Páginas Amarillas o te declaran su amor. En el grupo de los que me arroba su hablar se encuentran Antonio Gala, Dragó, Jorge Flo, Jodorowsky, Santiago de Mora-Figueroa, Ángel Pavlosky y alguna mujer de acento cadencioso... Aparte de que prácticamente he crecido a su lado, por aquello de sus diferentes colaboraciones en televisión a lo largo de los años, Sánchez Dragó tiene para mí un aire de paternidad. No sé si es que me hubiera gustado que fuera mi padre o es que me recuerda al mío, quizá sea por su sabiduría, por cómo explica las cosas, por lo didáctico de sus charlas... Bueno, esto es un detalle freudiano sin importancia, también me pasa con Concha Cuetos y mi madre (!).

En estos últimos años me gustaba compartir las tristes noches de domingo (y, posiblemente, también resacosas) junto a Dragó con su Negro sobre Blanco y Punset preguntándose "¿Algún día todos seremos un sólo chip interconectado en una gran molécula madre?". No voy a valorar ni opinar sobre los cambios pólíticos o de pensamiento que Sánchez Dragó ha tenido durante su vida (¿quién no los ha tenido?), no me importan. No me importan más de lo que hayan podido influir su obra en cada momento. Lo que le agradezco es la cantidad de autores y obras que he conocido gracias a él y sus programas. Repito, yo era de los que decía: "Me voy, que va empezar Dragó". Y, claro, irte de un bar porque va a empezar el programa de Dragó y no el fútbol o la serie de moda, es para que te miren mal.

Yo vi el otro día la entrevista del Loco de la Colina. Me impresionó (como siempre) cómo soltó la retahíla de razones por las que lamenta ser español. Me pareció un discurso bien armado, sin pausas, correctamente hablado... Supongo que ese es el valor de un buen orador ¿no? decir las cosas con seguridad, sin dudar, que suenen bien, tanto si eres un pastor metodista, un vendedor de coches de segunda mano o el cocinero de los Ginsu 2000. Pero es que, además, estoy de acuerdo con Dragó. Yo también hablaba el primer día de la picaresca como seña de identidad patria. Entonces ¿lamento ser español? No lo sé. No más que no ser francés o australiano. Uno puede lamentar pertenecer a cualquier grupo al que ha decidido incorporarse, ya sea un partido político, un club de aeromodelismo o la peña bética de Masnou. Si en una de estas comunidades el individuo se decepciona, probablemente lamentará su pertenencia al grupo. Pero yo no he elegido ser español. Boris Izaguirre, sí. Yo no. Yo nací aquí y me dieron el carnet del club sin preguntarme. A uno le lleva apuntarse como socio del Real Madrid el fervor que tiene por el club. Pero esto de las patrias viene al revés: te nacen en un sitio y luego te ves obligado a desarrollar el orgullo de ser de ese país.

Me cuentan que siendo muy pequeño un día me definí como "español andaluz". Ole. Pero, desde que recuerdo, nunca he sentido ningún orgullo especial por ser español, ni por la bandera, ni por las tradiciones... Últimamente, además, con la madurez que me va atrapando, caigo en los mismos pensamientos que Dragó y quizá llegue el día en el que me diga una mañana (con la boca pequeña): "lamento haber nacido español". Seguro que luego, con un pincho de tortilla y una caña en una terraza de la Plaza de la Paja, pensaré que dónde voy a estar yo mejor que aquí. Pero para eso no hace falta ser, orgulloso o no, de ningún país. Intelectualmente apátrida.


30 mayo 2006

NO, NO SOY DEL OPUS (QUÉ POCO ME CONOCÉIS...)


Es curioso que lo que más haya llamado la atención en el estreno de este blog haya sido el enlace al Opus Dei. Ayer, cuando me peleaba con el código fuente para poner los links que a mí me interesaban y no los que me ofrecían por defecto, pensé que podría ser una buena oportunidad para hacer un guiño de humor surrealista a la concurrencia. El resultado han sido comentarios como "¿Ves cómo eras del Opus?" o "Lo que no entiendo es a santo de qué sale el Opus en esa cosa tuya". Pues a santo de Josemaría ¿no?

El domingo por la tarde fui a ver El Código Da Vinci. En muy versión original subtitulada. Lo digo porque en la peli hablan en inglés, francés (mucho), español y... latín (un poco macarrónico, por cierto. Pronunciación italianizada). Esto del latín se lo han sacado de la manga Akiva Goldsman y Ron Howard porque en el libro no sale. Se supone que es el idioma que utilizan los del Opus para hablar entre sí en la trama conspiratoria esta. La película no me pareció tan mala como dicen. Quizá por eso mismo, porque iba pensando en tragarme 150 minutos insulsos. Pero es entretenida. Creo que si apareciese ahora, de pronto, sin todo el fenómeno editorial detrás y la polémica histórico-religiosa, pasaría como una peli de acción y misterio bastante bien rodada y con una más que segura buena taquilla. La última media hora anticlimática no tiene perdón, eso sí. Hay tres finales, lo menos.

Lo que se me hizo interminable fue la lectura del libro. Me lo llevé a Nueva York para leerlo en las mil horas de viaje transoceánico y durante mi estancia allí. Si hubiera sido en un viaje en tren o en barco, ya en las primeras páginas lo hubiese tirado por la ventana. Obviamente, me contuve. Era de lo peorcito que había leído en mi vida. Pero me empeñé en acabarlo porque por esos días se empezaba a especular con el posible casting de la inminente adaptación cinematográfica. He de decir que el reparto que imaginé en mi cabeza mientras leía la novela es, a excepción de un actor, el que finalmente está en las pantallas ahora. Me gustó leer ese libro aquellas noches después de patearme Manhattan durante tres semanas y comprobar en directo lo que más me enervaba de Dan Brown: lo paleto que es y lo listo que se cree. O sea, lo paletos que son la mayoría de los estadounidenses. Leer su novela para un europeo, y español en concreto, es insultante. Los primeros capítulos de la novela son de un explicativo lastimoso, amén de la redacción, que es como de relato de toqueteos empleada de hogar/señorito de la última página de la revista Vale o Pronto en sus buenos tiempos. Dan Brown va de hombre súper ilustrado, hijo de eruditos, que se documenta mucho para sus libros. Ja. Bueno, supongo que para la media cultural yanki, él es Séneca, pero para mí es un zafio, un Corín Tellado de la intriga, un bluff. Este hombre es a la literatura lo que Fernando Gracia a la investigación histórica (¿recuerdan? el so-called nieto del último alabardero de Alfonso XIII, advenedizo biógrafo monárquico de pelo mal teñido y pestañas Marujita Díaz).

La última que ha liado el millonario escritor es la descripción que hace de Sevilla, la policía, la Guardia Civil, nuestros hospitales... en La Fortaleza Digital, primera novela que publicó Dan Brown en USA, pero la última aparecida aquí. El pollo estuvo, dicen (no está confirmado), en Sevilla estudiando Historia del Arte en 1995 y, por esos días, fue fraguando semejante novela. Entre muchas cosas dice: «La clínica de la Seguridad Social era como un siniestro set montado para una película de terror de Hollywood. El aire olía a orina... Becker llegó al final del oscuro vestíbulo. La puerta de su izquierda estaba ligeramente entreabierta y la abrió. Estaba completamente vacío, excepto una anciana marchita, desnuda en un catre, peleándose con su calientacamas». «Becker moriría. Un pulmón perforado era fatal, quizás no en lugares del mundo más avanzado médicamente, pero en España era fatal». Sobre La Giralda dice : «Las escaleras eran empinadas, aquí habían muerto turistas. Esto no era América, no había señalizaciones de seguridad, ni pasamanos, ni posiblidad de pedir responsabilidades a nadie. Esto era España. Si uno era lo suficientemente estúpido para caerse, era tu propia culpa, independientemente de quién construyó las escaleras». Lo mejor es cuando habla de que los policías (que fuman Ducados, por cierto) son fácilmente sobornables y un personaje dice: «He oído historias sobre la corrupción en la Guardia Civil Española». Supongo que se referirá a Antonio David Flores y las 50.000 pesetas que se llevó a la butxaca de la multa al pobre guiri.

29 mayo 2006


BIENVENIDOS

Queridos lectores (ellos y ellas; no, no pondré la arroba), gracias por estar utilizando (¿malgastando?) vuestro tiempo en leer esto. Todavía no sé muy bien qué hacer con todo esto. No he podido resistirme a la tentación de apuntarme a la muy extendida moda de los blog, bitácoras, diarios o cómo queráis llamarlos.

Pensaba que iba a ser más fácil, que era cuestión de ponerse a escribir, subir fotos, enlaces... No sé si he escogido un servidor en el que hace falta estar en excedencia de la NASA o es que simplemente soy un negado para los ordenadores (que no me tenía por uno de ellos), pero la cosa es que he tardado más de tres horas en empezar a escribir esto. He elegido el formato (son todos bastante horribles), he intentado personalizar un poco los letreritos que aparecen (no en todos me dejan) y poner algunos enlaces que, por cierto, irán cambiando periódicamente.

LA GÉNESIS

Si os preguntáis por qué el blog y, sobre todo, por qué el nombre, la respuesta está en hace casi un año. El verano pasado, ante no sé qué hecho absurdo, típicamente español, dije que el nuestro era un "país de chanclas". La chancla (gran palabra, por cierto) representaba nuestra esencia como seres mediterráneamente desacomplejados, donde da igual ocho que ochenta (que diría mi madre). El país del "vuelva usted mañana, ¿qué hay de lo mío?, pues eso voy a tener que cobrárselo aparte..." Parece que todos somos descendientes del Lazarillo de Tormes. O del buscón don Pablos, o del Tenorio (qué héroes nacionales...).

Como fan del costumbrismo (si es que se puede ser fanático de eso), pensé que estaría bien tener una columna en un periódico, un espacio de radio, una sección en TV... donde poder ir comentando todas estas cosas que sólo pueden pasar en esta santa tierra. Finalmente, el medio más accesible ha sido este del blog que, aunque modesto, está abierto a que cualquier persona del mundo pueda leerlo. Cosa que me inquieta, a todo esto.

Además de ir poniendo aquí mis disertaciones acerca de por qué la Coca-Cola de barril sabe tan poco a Coca-Cola o cuándo volverá Terelu a TV, cualquier comentario sobre hechos cotidianos, actualidad social, cine, literatura, prensa, música, espectáculos... es bien recibido aquí para que cualquiera pueda dar su opinión. Sabéis que podéis hacerlo aquí o mandando un correo electrónico a:

paisdechanclas@gmail.com

Bueno, amigos, me retiro hasta otra oportunidad en la que pueda contar algo más interesante. Saludos.